agosto 2006


Patricia Hurtado 

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Cada día salen del país 200 personas rumbo a España y otros países del exterior, según datos proporcionados por migración a los medios de comunicación. Todos van  en busca de mejores oportunidades de vida  para ellos y sus familias.

Es el caso de una pareja de bolivianos: Gaby y Oswin que junto a su pequeña hija de 2 años, decidieron abandonar el país en busca de sus sueños.

 

Charlé con ellos antes de que se fueran, me contaron que desde el primer momento en que tomaron la decisión de marcharse, tuvieron que hacer mil cosas para reunir el dinero que necesitaban para su viaje. “Mi mamá nos ayudó con el dinero que necesitábamos mostrar en España, los pasajes los sacamos a crédito de una agencia de viaje…”, relató con pesar Gaby.

 Después de una pequeña pausa,  Gaby prosiguió: “Quedarse en el país significa tener que seguir mendigando el pan del día porque simplemente no tenemos empleo fijo y lo que reunimos por trabajos informales es muy poco y no cubre nuestros requerimientos”.Hace pocas semanas viajaron a España, primeramente lo hizo él para buscar trabajo y una vivienda, posteriormente viajó Gaby acompañada de Nair, su pequeña hija.

Vía telefónica me contacté hasta Madrid (España) para hablar con Gaby, comentó que ya tienen empleo, Oswin está trabajando de jardinero por lo que gana 25 Euros al día y ella trabaja en una panadería haciendo la limpieza, gana 200 Euros semanalmente.

 

“El trabajo es agotador, tengo que pasar cinco horas de pie, de diez de la mañana a tres de la tarde, el control es estricto nos vigilan con cámaras, no nos podemos sentar ni un minuto para descansar, si tenemos hambre durante el trabajo nos dan el pan duro que queda en la panadería, la soda la tenemos que comprar de la maquinita por un valor de 50 céntimos…” nos confesó Gaby, por el tono de su voz advertimos que estaba llorando, sus palabras eran entrecortadas.

 Luego de unos minutos, siguió relatando las penurias por la que están pasando. “La vida no es fácil, todas las costumbres son diferentes empezando por la comida. Ya no tenemos horario, comemos a la hora que podemos y donde podemos. La situación es realmente dura pero no nos queda otra, tenemos que sacrificarnos para salir adelante y algún día no muy lejano regresar con algo de dinero para emprender algún trabajo allá en nuestro país y de esa manera volver a estar junto a nuestras familias que tanto extrañamos…”. 

 

Similares a esta historia de vida hay otras miles que permanecen en el anonimato, hoy hemos querido hacer referencia a esta historia en particular para, de alguna manera, hacer conocer las dificultades por la que están pasando nuestros compatriotas bolivianos en el exterior, especialmente queremos llegar a aquellos que están preparándose para salir en busca de mejores horizontes.

 

En estos últimos días,  la vicepresidente de España estuvo de visita en nuestro país, en esa oportunidad  comunicó a los medios que muy pronto las autoridades españolas, por decisión de la Unión Europea (UE), empezarán a exigir visa a quienes quieran ingresar a ese país. Esta noticia ha caído como balde de agua fría a muchos bolivianos que hacen todo lo posible por emigrar antes de que la medida se ponga en ejecución, ya que para muchos sería imposible cumplir con ese requisito, esto literalmente cortaría las alas a sus “sueños de superación”.     

 Hoy se puede observar que el éxodo continúa, muchísimas personas hacen largas filas en las puertas de migración para tramitar un pasaporte y salir del país, se van por diversos motivos: desempleo, deudas, falta de oportunidades para sacar adelante a sus familias… se van en busca de sus sueños. 

 

Noelia M. Rodríguez Rivera

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Ya de por sí la adolescencia resulta ser una transición dura para quienes la atraviesan. Esto, debido a la confusión por la que todos hemos pasado: no tenemos claro si queremos seguir siendo los niños consentidos de casa o si adoptaremos la actitud del joven rebelde… pero hay algunos jovencitos a los cuales no les queda más opción que adoptar la condición de una persona con responsabilidades y deberes que cumplir, a pesar de la corta edad.Tal es el caso de los niños lustrabotas, que deben comenzar a trabajar -sin tener en cuenta su edad – ya sea para estudiar o llevar el pan de cada día a casa, y hasta en algunos casos, ¿por qué no? para mantener a su familia.

“Trabajo todos los días, de lunes a sábado… o sea en las mañanas voy a clases y en las tardes trabajo también”, nos comenta un adolescente de 15 años,  quien tiene que trabajar para comprarse el material escolar y así  estudiar.

Todas las mañanas, después de despedirse de su madre, y con su bendición, sale de su casa ubicada en el plan Tres Mil y se dirige al colegio donde cursa primero medio. Cuando la jornada escolar acaba, y mientras la campana anuncia a todos los estudiantes que es hora de salida y momento de regresar a casa, a él le informa que llego el momento preciso de comenzar a guardar su uniforme y cambiar los cuadernos por su cajita donde tiene cepillos, cremas de calzado, además de un pequeño trapito que lo utiliza para sacar brillo; herramientas necesarias que le sirven para trabajar de lustrabotas, oficio que le enseñaron sus primos cuando él era apenas un niño.

Es así como todas las tardes después del “cole”, hace el recorrido correspondiente  y llega a la plazuela del Cementerio General, lugar en el cual comienza a lustrar zapatos, escenario que se ha convertido en el territorio perfecto para ganar unos cuantos pesos, aunque no sea mucho, pero sí lo suficiente para poder sobrevivir ese día.

“Al día se gano entre 30 Bolivianos, más o menos”, nos comentaba mientras realizaba su labor con mucha pulcritud, teniendo el debido cuidado para dejar brillando los calzados.

Mientras las horas pasan y el sol comienza a esconder sus rayos, este jovencito realiza su trabajo sin descansar, aprovechando al máximo cada segundo.

Ya llegada la noche, la hora de volver a casa se aproxima, y en su rostro se deja ver el cansancio debido a la jornada agotadora que comienza a tempranas horas de la mañana y concluye a altas horas de la noche.

Pero todavía le falta una obligación  al llegar a su hogar: los deberes del colegio para el despertar del mañana, que seguramente vendrá cargado de objetivos y responsabilidades.

¿Buscas arte?.

Lee con  atención, aquí te damos la dirección para que encuentres lo que tanto buscas.Lugar: Rotondas y/o esquinas de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).Cuándo: Sin horario fijo. Entrada: Aporte voluntario.  Actuación apta para todo público: 0-99…años.

A cualquier hora, y en todas las avenidas principales de nuestra querida Santa Cruz, se puede observar a grupos de artistas callejeros demostrando lo que saben hacer para ganarse el pan del día. El asfalto ardiente por el sol, las aceras, las esquinas o las rotondas son su escenario, y los peatones ocasionales su público. 

Patricia Hurtado S.

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Malabaristas, mimos, músicos, tragafuegos, pintores, y otros, esconden historias humanas que no siempre son entendidas ni comprendidas por los transeúntes, ya que detrás de sus rostros pintados, detrás de la sonrisa fingida, detrás del dolor hecho alegría,  detrás de todo ese mundo mágico que rodea a los artistas callejeros están personas, como usted o como yo, con problemas y esperanzas, que esperan arrancarle una sonrisa; a cambio de algunas monedas que les sirvan para mitigar su hambre.

Lamentablemente, en el mundo y en nuestra sociedad existen marcadas diferencias: Pocos que viven con todas las comodidades y los lujos de las grandes ciudades, pero también muchos que viven al día y que pasan horas interminables en las calles de la ciudad soportando el calor, el frío, la lluvia, el sol; pero sobre todo  la indiferencia de la gente que muchas veces lejos de conmoverse con la situación les vuelve la mirada para no tener que “soportarlos”, como si con esa acción fueran a borrar la realidad de miles y miles de personas que encuentran su forma de subsistencia de esta manera. 

Ésta es la historia de los artistas callejeros, de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Bienvenidos a su mundo.

Teatro ambulante, es difícil separar este término de lo que actualmente se conoce como teatro de calle y teatro independiente. De hecho, algunos grupos de este último apartado tienen y han tenido al mismo tiempo en su repertorio espectáculos de sala y de calle. 

Patricia Hurtado

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El teatro ambulante posee una estética que bebe del circo, de la poesía, de la pintura, de la representación de la música. Esta mezcla de artes puestas en la plaza ha dado origen a un estilo: el teatro de calle, situado más allá del realismo y del naturalismo, con poco texto, mucha música (casi siempre interpretada en directo), zancos, máscaras y colores, elementos siempre contundentes destinados a llamar (o robar) la atención del viandante. 

Nadie duda que es complicado hacer teatro de calle; la dispersión, el ruido, el tiempo, son elementos que obran muchas veces en contra. Pero alguna vez estas dificultades son incorporadas por los actores a los espectáculos. 

Este teatro, que ha sobrevivido al progreso y a la creación de las grandes urbes, tiene algo de clásico en sus orígenes. Patrimonio de la humanidad, empezó en las antiquísimas sociedades tribales y hoy día se puede encontrar en cualquier rincón de cualquier ciudad. 

Un grupo de actores en una calle o en una plaza puede recordarnos al teatro de Molière, pero también deben remontarnos a formas ancestrales de representación tribal, donde lo religioso y lo artístico se confundían. Si escarbamos en la historia encontraremos sus raíces en los antiguos cómicos de la legua: actores de aquella época que al no ser escogidos por los reyes y las cortes para hacer teatro en palacio, se veían abocados a asumir ellos mismos la búsqueda de espacios y públicos para actuar y así ir viviendo. No estaban muy bien vistos por las autoridades civiles y eclesiásticas, quienes les obligaban a actuar a más de una legua del centro urbano. De esta prohibición viene la denominación antes citada. 

Estos cómicos ambulantes se agrupaban a partir de núcleos familiares, en distintas formas de compañía: el bululú, la bojiganga, el ñaque, el guirigay, entre otras. Gracias a esta forma popular de representación en plazas, calles, ferias y otros espacios abiertos, ha sido posible que el teatro haya sobrevivido a guerras y épocas de hambre y necesidad. 

Durante el siglo XX, en algunas ocasiones podría parecer que el teatro ambulante estaba perdiendo progresivamente ese espacio que con su largo hacer, durante años y años, había ganado: la calle, la plaza. Podríamos atrevernos a asegurar que un nuevo impulso de vida llegó a este arte de la representación callejera con el estallido de las ideas renovadoras del mayo del 68 francés y otras convulsiones del pensamiento durante la década de 1960 en Estados Unidos, Alemania y México. 

Estudiantes, artistas, intelectuales y obreros necesitaban expresarse, transformar la realidad que les rodeaba: nuevas reglas de convivencia, nuevas manifestaciones estéticas. Estas ideas, que en principio se discutían en la universidad, no tardaron mucho tiempo en salir a la calle. Pronto acudieron a la cita otras artes, como la música. La pintura y la escultura también salieron de los museos y se pusieron en contacto directo con la gente, con los peatones. Así florecía y se desarrollaba el teatro callejero: en cualquier esquina, embelleciendo la ciudad y enriqueciendo el intelecto y los sentidos de los espectadores ocasionales. Si la gente no iba al teatro, el teatro iba a la gente. 

En Bolivia y en especial en Santa Cruz, esta situación no ha quedado al margen y no pasa desapercibida, cada día podemos ver en las esquinas personas que se dedican a realizar este tipo de arte como una forma de ganarse el sustento diario ante la falta de una fuente laboral estable.