REPORTAJES


¿Buscas arte?.

Lee con  atención, aquí te damos la dirección para que encuentres lo que tanto buscas.Lugar: Rotondas y/o esquinas de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).Cuándo: Sin horario fijo. Entrada: Aporte voluntario.  Actuación apta para todo público: 0-99…años.

A cualquier hora, y en todas las avenidas principales de nuestra querida Santa Cruz, se puede observar a grupos de artistas callejeros demostrando lo que saben hacer para ganarse el pan del día. El asfalto ardiente por el sol, las aceras, las esquinas o las rotondas son su escenario, y los peatones ocasionales su público. 

Patricia Hurtado S.

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Malabaristas, mimos, músicos, tragafuegos, pintores, y otros, esconden historias humanas que no siempre son entendidas ni comprendidas por los transeúntes, ya que detrás de sus rostros pintados, detrás de la sonrisa fingida, detrás del dolor hecho alegría,  detrás de todo ese mundo mágico que rodea a los artistas callejeros están personas, como usted o como yo, con problemas y esperanzas, que esperan arrancarle una sonrisa; a cambio de algunas monedas que les sirvan para mitigar su hambre.

Lamentablemente, en el mundo y en nuestra sociedad existen marcadas diferencias: Pocos que viven con todas las comodidades y los lujos de las grandes ciudades, pero también muchos que viven al día y que pasan horas interminables en las calles de la ciudad soportando el calor, el frío, la lluvia, el sol; pero sobre todo  la indiferencia de la gente que muchas veces lejos de conmoverse con la situación les vuelve la mirada para no tener que “soportarlos”, como si con esa acción fueran a borrar la realidad de miles y miles de personas que encuentran su forma de subsistencia de esta manera. 

Ésta es la historia de los artistas callejeros, de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Bienvenidos a su mundo.

Teatro ambulante, es difícil separar este término de lo que actualmente se conoce como teatro de calle y teatro independiente. De hecho, algunos grupos de este último apartado tienen y han tenido al mismo tiempo en su repertorio espectáculos de sala y de calle. 

Patricia Hurtado

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El teatro ambulante posee una estética que bebe del circo, de la poesía, de la pintura, de la representación de la música. Esta mezcla de artes puestas en la plaza ha dado origen a un estilo: el teatro de calle, situado más allá del realismo y del naturalismo, con poco texto, mucha música (casi siempre interpretada en directo), zancos, máscaras y colores, elementos siempre contundentes destinados a llamar (o robar) la atención del viandante. 

Nadie duda que es complicado hacer teatro de calle; la dispersión, el ruido, el tiempo, son elementos que obran muchas veces en contra. Pero alguna vez estas dificultades son incorporadas por los actores a los espectáculos. 

Este teatro, que ha sobrevivido al progreso y a la creación de las grandes urbes, tiene algo de clásico en sus orígenes. Patrimonio de la humanidad, empezó en las antiquísimas sociedades tribales y hoy día se puede encontrar en cualquier rincón de cualquier ciudad. 

Un grupo de actores en una calle o en una plaza puede recordarnos al teatro de Molière, pero también deben remontarnos a formas ancestrales de representación tribal, donde lo religioso y lo artístico se confundían. Si escarbamos en la historia encontraremos sus raíces en los antiguos cómicos de la legua: actores de aquella época que al no ser escogidos por los reyes y las cortes para hacer teatro en palacio, se veían abocados a asumir ellos mismos la búsqueda de espacios y públicos para actuar y así ir viviendo. No estaban muy bien vistos por las autoridades civiles y eclesiásticas, quienes les obligaban a actuar a más de una legua del centro urbano. De esta prohibición viene la denominación antes citada. 

Estos cómicos ambulantes se agrupaban a partir de núcleos familiares, en distintas formas de compañía: el bululú, la bojiganga, el ñaque, el guirigay, entre otras. Gracias a esta forma popular de representación en plazas, calles, ferias y otros espacios abiertos, ha sido posible que el teatro haya sobrevivido a guerras y épocas de hambre y necesidad. 

Durante el siglo XX, en algunas ocasiones podría parecer que el teatro ambulante estaba perdiendo progresivamente ese espacio que con su largo hacer, durante años y años, había ganado: la calle, la plaza. Podríamos atrevernos a asegurar que un nuevo impulso de vida llegó a este arte de la representación callejera con el estallido de las ideas renovadoras del mayo del 68 francés y otras convulsiones del pensamiento durante la década de 1960 en Estados Unidos, Alemania y México. 

Estudiantes, artistas, intelectuales y obreros necesitaban expresarse, transformar la realidad que les rodeaba: nuevas reglas de convivencia, nuevas manifestaciones estéticas. Estas ideas, que en principio se discutían en la universidad, no tardaron mucho tiempo en salir a la calle. Pronto acudieron a la cita otras artes, como la música. La pintura y la escultura también salieron de los museos y se pusieron en contacto directo con la gente, con los peatones. Así florecía y se desarrollaba el teatro callejero: en cualquier esquina, embelleciendo la ciudad y enriqueciendo el intelecto y los sentidos de los espectadores ocasionales. Si la gente no iba al teatro, el teatro iba a la gente. 

En Bolivia y en especial en Santa Cruz, esta situación no ha quedado al margen y no pasa desapercibida, cada día podemos ver en las esquinas personas que se dedican a realizar este tipo de arte como una forma de ganarse el sustento diario ante la falta de una fuente laboral estable.