KRONIQAZ


Patricia Hurtado
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Amanecer de domingo en Santa Cruz de la Sierra, las campanas de los Templos repican sin parar llamando a la población a la celebración de la Santa Eucaristía. Dionisia, ajena a esa situación, se prepara para empezar su pesada labor en la avenida Santos Dumont de esta ciudad.

La noche anterior, junto a su hijo ha preparado su “puesto” donde venderá esta ropa durante toda la jornada. “La venta de ropa usada es una buena opción de trabajo para mí y mi familia, no encuentro otra forma de ganarme la vida. El día en que ya no podamos vender, no sé que será de nosotros…” comenta Dionisia.

Recordemos que en días pasados, el gobierno, pequeños industriales y representantes de este sector, acordaron que sólo podrán importar dicha mercadería hasta diciembre del presente año, teniendo permiso para comercializarla hasta mediados del próximo.

Sin duda que esta noticia preocupa a todos quienes realizan esta actividad, Dionisia es una de ellas: “El presidente Evo Morales, antes de quitarnos el pan de la boca, debería asegurarnos que tendremos trabajo en algún otro lugar y que nuestros hijos no pasarán hambre, esa es mi preocupación”, señala.

Al igual que Dionisia, muchísimas otras personas se dedican a esta actividad informal porque no tienen la posibilidad de conseguir otro empleo y ven en ella una posible solución a sus problemas económicos.

Recorriendo “la feria” encontramos a Roberto, otro vendedor de ropa usada. Él, como los demás, también está preocupado por lo que pasará el día que ya no puedan dedicarse a este trabajo. “Yo, soy padre y madre en mi casa, lo que gano vendiendo esta ropa es para darles de comer y hacerles estudiar a mis hijos”, explica Roberto.

Dijo que el Presidente, al que ayudaron a llegar donde está, se olvidó de ellos y encima pretende arrebatarles la única fuente de ingresos que tienen. Si esto ocurre, “no nos quedará otro remedio que irnos del país, para buscar mejores oportunidades de vida…”, enfatizó.
El desempleo, la pobreza, la inequidad son graves problemas a los que se enfrenta la gran mayoría en el país: las diferencias en el ingreso de una familia rica y una pobre son abismales. Según el informe sobre el panorama social de América Latina publicado por la Cepal, la quinta parte de los hogares más ricos recibe un ingreso casi 50 veces superior al de la quinta parte más pobre. El 10% de la población más rica concentra más de un tercio de los ingresos 37,2%, en tanto, que el 10% más pobre recibe apenas el 9,2%.
El mismo estudio señala que uno de cada diez bolivianos gana más que otros siete juntos. A decir de la Cepal, eso convierte a Bolivia en el segundo país con mayor inequidad de distribución de la riqueza en el continente, sólo superado por Brasil.

Seguro Médico para los niños de la calle  

Patricia Hurtado———————————————————————————————————-
Desde Septiembre, los niños y adolescentes de la calle tendrán la
oportunidad de acceder a los servicios de un seguro médico, el
mismo que será financiado con recursos provenientes de la Alcaldía de Santa
Cruz, informó   Heidi Roca, Directora Municipal de Salud.

La autoridad edil manifestó que el seguro cubrirá las necesidades de salud
de 9.000  personas que viven en estas condiciones y que al momento no cuentan con ninguna ayuda. En el lugar donde ellos viven, se encuentran totalmente desprotegidos y desprovistos de toda clase de asistencia médica. Su situación  es dramática.
 

“Los niños y adolescentes de la calle podrán acceder a los servicios de
consulta externa, diagnóstico y medicamentos para curar sus dolencias.
Además contarán con servicios de laboratorio clínico y hospitalización, en
caso de requerirlo. Cuando el caso  amerite atención médica
especializada, se buscará ayuda en Instituciones benéficas, como Davosan y
otras, para solicitar su colaboración y así contar con los recursos
económicos que sean necesarios para enfrentar el conflicto”, explicó la
encargada del área de salud.

De acuerdo con un estudio realizado por autoridades del área, entre las enfermedades más frecuentes, están las provocadas por accidentes y
hechos de violencia, a los que se enfrentan cada día y producto de los cuales
resultan con lesiones graves. Las infecciones de la piel son muy frecuentes,
por la poca higiene y por el contacto con agentes infecciosos en los lugares
donde tienen que pasar la noche.

“Las niñas y adolescentes de la calle son las más afectadas por las enfermedades de transmisión sexual, aunque el sector masculino no escapa a este problema”, enfatizó la autoridad.

Los grandes beneficiados serán los niños y adolescentes, que se encuentran
en las calles y que por fin contarán con un lugar donde puedan ser
atendidos, lo que significará un gran alivio a las graves dificultades con
las que tienen que lidiar todos los días de su vida.

Noelia M. R. R.

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En los últimos años, y sobre todo en esta última temporada, el éxodo de los bolivianos ha tenido un incremento notable, según indican los datos estadísticos. Los motivos son variados y diversos, pero una es la razón principal, con la que concuerda una gran mayoría de quienes dejan Bolivia: se van en busca de trabajo, por que aquí no lo encontraron, y no les queda otra, que buscar en otro lugar la oportunidad que en su país no hallaron. Pero sin duda alguna, hay otros que se quedan y buscan esa oportunidad en su tierra.  Tal es el caso de Cruz Aleluya y sus colegas, que a pie o en bicicleta, todas las tardes en la plaza 24 de Septiembre,la Manzana Uno y en las calles céntricas de nuestra ciudad circulan vendiendo los famosos ’cafecitos’ y ‘cortaditos’, para ganarse el pan de cada día.  Aleluya, o ‘Chuquimia’, apodo con el cual sus colegas lo conocen, es oriundo de la ciudad de
La Paz, vive en Santa Cruz hace ya mucho tiempo y lleva 25 años en el oficio que heredó de su padre. “Mi papá antes trabajó en una cafetería en
La Paz; después nos vinimos a Santa Cruz hace mucho tiempo ya, nos vinimos con mis papás y hermanos. Comencé vendiendo ‘cafecito’ hace 25 años. Mi papá me enseño a hacer café, él era cafecero”, nos comentó mientras se tomaba un pequeño descanso.

Cuando las agujas del reloj marcan la una de la tarde, todos los días Aleluya sale de su hogar ubicado en
la Pampa de
la Isla. con su uniforme de trabajo  y todos los elementos indispensables -su carrito, en el cual lleva seis termos con diversos sabores: unos con leche, otros con café y vasos pequeños y medianos- para realizar su trabajo vendiendo cortaditos o cafecitos, según el gusto del cliente. Con una agenda bien planificada, todas las tardes primeramente visita oficinas y casas comerciales, donde están sus clientes fieles como los llama; después, se dirige a la plaza principal, la manzana Uno  y las calles aledañas a esta; para así terminar su trabajo en las universidades.
 Su ganancia diaria es de 40 a 50 Bolivianos, pero si la suerte está de su lado y las temperaturas bajan, su ingreso aumenta de 60 a 70 Bolivianos, dinero con el cual hace estudiar a sus siete hijos y a la vez mantiene a su familia. “Es mi único ingreso, por eso salgo a trabajar todos los días; si no trabajo no hay plata para el gasto del día; además, con eso hago estudiar a mis hijos”, argumentó.A pesar de las horas de trabajo, los desvelos y el incesante caminar, Aleluya expande su oferta por la ciudad con muchas ganas y siempre dispuesto a brindar un buen trato a su cliente. 

Es así, que este oficio es una de las posibles alternativas laborales que se les presentan a quienes deciden quedarse en nuestro país, manteniendo firme la esperanza de subsistir.

Patricia Hurtado 

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Cada día salen del país 200 personas rumbo a España y otros países del exterior, según datos proporcionados por migración a los medios de comunicación. Todos van  en busca de mejores oportunidades de vida  para ellos y sus familias.

Es el caso de una pareja de bolivianos: Gaby y Oswin que junto a su pequeña hija de 2 años, decidieron abandonar el país en busca de sus sueños.

 

Charlé con ellos antes de que se fueran, me contaron que desde el primer momento en que tomaron la decisión de marcharse, tuvieron que hacer mil cosas para reunir el dinero que necesitaban para su viaje. “Mi mamá nos ayudó con el dinero que necesitábamos mostrar en España, los pasajes los sacamos a crédito de una agencia de viaje…”, relató con pesar Gaby.

 Después de una pequeña pausa,  Gaby prosiguió: “Quedarse en el país significa tener que seguir mendigando el pan del día porque simplemente no tenemos empleo fijo y lo que reunimos por trabajos informales es muy poco y no cubre nuestros requerimientos”.Hace pocas semanas viajaron a España, primeramente lo hizo él para buscar trabajo y una vivienda, posteriormente viajó Gaby acompañada de Nair, su pequeña hija.

Vía telefónica me contacté hasta Madrid (España) para hablar con Gaby, comentó que ya tienen empleo, Oswin está trabajando de jardinero por lo que gana 25 Euros al día y ella trabaja en una panadería haciendo la limpieza, gana 200 Euros semanalmente.

 

“El trabajo es agotador, tengo que pasar cinco horas de pie, de diez de la mañana a tres de la tarde, el control es estricto nos vigilan con cámaras, no nos podemos sentar ni un minuto para descansar, si tenemos hambre durante el trabajo nos dan el pan duro que queda en la panadería, la soda la tenemos que comprar de la maquinita por un valor de 50 céntimos…” nos confesó Gaby, por el tono de su voz advertimos que estaba llorando, sus palabras eran entrecortadas.

 Luego de unos minutos, siguió relatando las penurias por la que están pasando. “La vida no es fácil, todas las costumbres son diferentes empezando por la comida. Ya no tenemos horario, comemos a la hora que podemos y donde podemos. La situación es realmente dura pero no nos queda otra, tenemos que sacrificarnos para salir adelante y algún día no muy lejano regresar con algo de dinero para emprender algún trabajo allá en nuestro país y de esa manera volver a estar junto a nuestras familias que tanto extrañamos…”. 

 

Similares a esta historia de vida hay otras miles que permanecen en el anonimato, hoy hemos querido hacer referencia a esta historia en particular para, de alguna manera, hacer conocer las dificultades por la que están pasando nuestros compatriotas bolivianos en el exterior, especialmente queremos llegar a aquellos que están preparándose para salir en busca de mejores horizontes.

 

En estos últimos días,  la vicepresidente de España estuvo de visita en nuestro país, en esa oportunidad  comunicó a los medios que muy pronto las autoridades españolas, por decisión de la Unión Europea (UE), empezarán a exigir visa a quienes quieran ingresar a ese país. Esta noticia ha caído como balde de agua fría a muchos bolivianos que hacen todo lo posible por emigrar antes de que la medida se ponga en ejecución, ya que para muchos sería imposible cumplir con ese requisito, esto literalmente cortaría las alas a sus “sueños de superación”.     

 Hoy se puede observar que el éxodo continúa, muchísimas personas hacen largas filas en las puertas de migración para tramitar un pasaporte y salir del país, se van por diversos motivos: desempleo, deudas, falta de oportunidades para sacar adelante a sus familias… se van en busca de sus sueños. 

 

Noelia M. Rodríguez Rivera

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Ya de por sí la adolescencia resulta ser una transición dura para quienes la atraviesan. Esto, debido a la confusión por la que todos hemos pasado: no tenemos claro si queremos seguir siendo los niños consentidos de casa o si adoptaremos la actitud del joven rebelde… pero hay algunos jovencitos a los cuales no les queda más opción que adoptar la condición de una persona con responsabilidades y deberes que cumplir, a pesar de la corta edad.Tal es el caso de los niños lustrabotas, que deben comenzar a trabajar -sin tener en cuenta su edad – ya sea para estudiar o llevar el pan de cada día a casa, y hasta en algunos casos, ¿por qué no? para mantener a su familia.

“Trabajo todos los días, de lunes a sábado… o sea en las mañanas voy a clases y en las tardes trabajo también”, nos comenta un adolescente de 15 años,  quien tiene que trabajar para comprarse el material escolar y así  estudiar.

Todas las mañanas, después de despedirse de su madre, y con su bendición, sale de su casa ubicada en el plan Tres Mil y se dirige al colegio donde cursa primero medio. Cuando la jornada escolar acaba, y mientras la campana anuncia a todos los estudiantes que es hora de salida y momento de regresar a casa, a él le informa que llego el momento preciso de comenzar a guardar su uniforme y cambiar los cuadernos por su cajita donde tiene cepillos, cremas de calzado, además de un pequeño trapito que lo utiliza para sacar brillo; herramientas necesarias que le sirven para trabajar de lustrabotas, oficio que le enseñaron sus primos cuando él era apenas un niño.

Es así como todas las tardes después del “cole”, hace el recorrido correspondiente  y llega a la plazuela del Cementerio General, lugar en el cual comienza a lustrar zapatos, escenario que se ha convertido en el territorio perfecto para ganar unos cuantos pesos, aunque no sea mucho, pero sí lo suficiente para poder sobrevivir ese día.

“Al día se gano entre 30 Bolivianos, más o menos”, nos comentaba mientras realizaba su labor con mucha pulcritud, teniendo el debido cuidado para dejar brillando los calzados.

Mientras las horas pasan y el sol comienza a esconder sus rayos, este jovencito realiza su trabajo sin descansar, aprovechando al máximo cada segundo.

Ya llegada la noche, la hora de volver a casa se aproxima, y en su rostro se deja ver el cansancio debido a la jornada agotadora que comienza a tempranas horas de la mañana y concluye a altas horas de la noche.

Pero todavía le falta una obligación  al llegar a su hogar: los deberes del colegio para el despertar del mañana, que seguramente vendrá cargado de objetivos y responsabilidades.

Cléver Zurita

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José David, de doce años, trabaja limpiando los parabrisas de los vehículos que paran momentáneamente en la rotonda del cuarto anillo, de la avenida Cristo Redentor. Esta actividad la desarrolla en horas de la mañana, de lunes a viernes. Por las tardes asiste al colegio, ubicado en su barrio: “Pedro Cortés”. Aunque, los fines de semana y días feriados labora todo el día. El dinero que gana su padre, de ocupación albañil, no alcanza para los gastos de la familia. Ésta, se compone por sus siete hermanos menores, además de la madre, que se ocupa del cuidado de los pequeños y de las labores domesticas. 

“Cuando el tiempo es bueno, gano entre diez y veinte bolivianos diarios. Pero gano más vendiendo pastillas de miel de abejas. Somos alrededor de 20 chicos limpiadores de parabrisas (entre diez y dieciséis  años de edad), que trabajamos en diferentes turnos. Todos asistimos al  colegio. No somos palomillos, como cree la gente que se detiene y nos mira con desconfianza y temor”, declaró finalmente José,  al ser consultado si pertenecía a una casa de menores en calidad de rehabilitación.  

Así como la historia de José David, los jóvenes trabajadores, que limpian y venden su mercancía en las rotondas, comparten las mismas vivencias y sueños. 

“La gente que es expulsada en masa del área rural, viene  a generar mayor pobreza a la ciudad. Santa Cruz debe crecer un 6% anual para generar fuentes de ingreso. Gastos: 14,4% de la población vive con menos de un dólar al día, mientras que un 34,3% lo hace con dos dólares diarios. En las zonas rurales apenas se sobrevive”[1]. 


[1] www.el–nuevodia.com  (23/07/06) 

Un nuevo amanecer y el sol alumbran el sendero de todos, no así el de  José Luís Peredo y su esposa Ana Solíz de Peredo, quienes se aprestan a iniciar una nueva jornada laboral. Ellos son sobrevivientes en este pueblo ya que luchan día a día  en contra de la corriente: su ceguera. 

Tienen por empleo la atención de un kiosco de caramelos, ubicado en inmediaciones de
la Nur. “Las circunstancias de la vida me hicieron quedar ciego a mis 25 años, hace tres años, en un accidente en la fabrica en la que trabajaba y desde entonces trabajo juntamente con mi señora vendiendo golosinas”, señaló José Luís.
 

Consultado sobre sus ingresos, sonriente dijo: “No ganamos mucho pero da para vivir. Nuestro ingreso líquido es de 35 Bolivianos diarios, con lo que tenemos para la comida del día. “Mi señora me colabora vendiendo caramelos en los micros, al fin de cuentas hay que luchar para sobrevivir”. 

Como muchas otras personas que sufren de alguna deficiencia física, José  nos cuenta que “las cosas cuestan un poco más ya que nadie  quiere dar trabajo a personas como yo, pero hay que pelearla nomás” sentenció.

Ruben Mercado

LA PROSTITUCION DE TRAVESTIS Y MUJERES

“Ninguna mujer nace para puta”, dicen las mujeres que se prostituyen. Lo mismo, ningún hombre nace para…

Travestis dedicados a la prostitución callejera. Calle 24 de septiembre, Santa Cruz – Bolivia.

Ruy G. D’Alencar, Rubén Mercado y Cléver Zurita

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La vida es un misterio que se descubre de a poco, diariamente. Nada sabemos de nosotros mismos hasta el momento en que las circunstancias nos obligan a averiguarlo.  Así, por ejemplo, la pesada y fría noche de un sábado cualquiera, como la que fuese antesala para la gran fiesta paceña[1] (para muchos lectores, la fiesta paceña carece de significado, sería aconsejable incluir el tipo de fiesta), se convierte en oportunidad para el descubrimiento – de uno mismo y de los otros. En primer lugar, uno se percibe a si mismo. Reconocemos nuestras limitaciones y capacidades frente al desafío. Seguidamente advertimos la existencia de los demás – los otros. Y solo así, estamos en condición de desentrañar algunas verdades, “poco visibles”, presentes en nuestra sociedad.    

En este sentido, el equipo periodístico del semanario NUESTRAS CALLES decidió indagar sobre actividades laborales desarrolladas durante los poco agradables horarios nocturnos del fin de semana, más precisamente, sobre la prostitución callejera en nuestra ciudad. 

Santa Cruz  sostiene un ritmo muy agitado, aún durante la noche. No todos salen a divertirse, como fácilmente podría pensarse; algunos aprovechan las noches del fin de semana para buscar algún dinero extra, dado que en ocasiones no basta el ingreso que supone un solo empleo. Así, al momento de explorar las calles de la ciudad, buscando la versión de quiénes desempeñan el “oficio más antiguo del mundo”, lo primero que se puede constatar es que todos asumen su actividad como un trabajo formal, pero, de igual modo, la mayoría desempeña otras labores el resto de la semana. 

A estas alturas cabe aclarar otro dato significativo: aquella noche, la mayoría de los trabajadores sexuales callejeros identificados – en el centro de la ciudad – eran varones travestis. Menor fue el número de mujeres. 

“Busco ingresos de otros modos, lavando ropa ajena y aseando casas”, explicó una de las entrevistadas, señalando que el trabajo de las calles no es su única actividad. Sin embargo, ésta mujer de 30 a 35 años de edad, concluyó diciendo que sostenía a sus “dos críos” con las ganancias del fin de semana. El segundo entrevistado, travesti-homosexual, bordeando los 30 años, sostuvo que éste trabajo es también su segunda fuente de ingresos. “Sólo trabajo en las calles los fines de semana”, aclaró. Dijo además, que de éste modo pagaba su “alquiler, ropa y comida”. Finalmente, concluyó sentenciando que éste trabajo “asegura su subsistencia” y que, a pesar de ser el “más fácil, no es tanto como se cree, porque en cada relación se corre el riesgo de infectarse con enfermedades venéreas, ser objeto de agresiones físicas o perder la vida”. 

A pesar del discurso sobre la “moral y las buenas costumbres” – bien extendido en el mundo entero -, no es ninguna sorpresa que en un país como Bolivia, que posee una fuerte tasa de desempleo[2], la prostitución se hubiese convertido en una opción estable de ingresos económicos. Lo novedoso es descubrir que, para muchos, este negocio, constituye una segunda fuente laboral. En realidad, según los consultados, los trabajos “respetables” que desempeñan, no abastecen las necesidades de sus hogares.  

Por otro lado, este trabajo, reconocido por el Estado boliviano, no deja de ser considerado de pésima reputación. La estigmatización y otros tipos de agresiones por parte de la población en general contra estas personas es muy frecuente. “Pasan hijitos de papito y mamita en auto y nos tiran huevos”, acusa la primera entrevistada y añade: “son gente ignorante, que no estudia”. “Nosotras nos organizamos para defendernos todas, porque no somos perro para que nos maltraten en la calle”, advierte finalmente el otro entrevistado. Habitualmente pensamos que conocemos bien nuestra ciudad, a nuestra gente, a nosotros mismos; sin embargo grandes son las sorpresas que uno se lleva cuando se anima, bajo cualquier pretexto y sin ningún prejuicio, a averiguar quiénes somos y qué hacemos para vivir. Lo cierto es que el hoy es fruto de lo que (no) hicimos ayer, y que los problemas de nuestra sociedad, en menor o mayor medida, son responsabilidad de todos. Sólo es preciso tomar valor y, de una vez por todas, enfrentarnos a nuestros fantasmas.

Primera Entrevistada 

Travesti, 31 años, trabaja en la calle.Trabaja fines de semana desde hace cuatro años.Lo que gana le alcanza para vivir, para pagar alquileres, vestirse y comer.Cumple revisión médica. 

Segundo Entrevistado 

Mujer, entre 30 y 35 años, trabaja en la calle.Busca ingresos de otros modos (lavar ropa, asear casa).Sostiene a su familia, tiene dos críos. Trabaja fines de semana. Con la ganancia paga su alquiler, luz y agua. Hacen dos o tres salidas. Gana máximo 50 Bolivianos.Cumple revisión médica.


[1] El 16 de julio se celebra el aniversario de creación del Departamento de
La Paz, sede de gobierno de Bolivia.

[2]La tasa de desempleo es de 9,17%, y la necesidad es hacer crecer la economía” (Fuente: http://www.elmundo.com.bo/Secundarianew.asp?edicion=18/12/2005&Tipo=Economia&Cod=4136)

Patricia Hurtado S.

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Seis de la mañana, Agustina López comienza su ardua y difícil labor de vender frutas por las calles de Santa Cruz. Al observarla se puede ver el cansancio de su cuerpo por el trajín de cada día, su rostro muy resquebrajado por los fuertes rayos de sol; pero en él se ve la fortaleza de una madre que no escatima esfuerzo alguno para sacar adelante a sus pequeños hijos.

Dejando ver en su mirada la tristeza pero también la esperanza, nos comenta del porqué tomó la decisión de dedicarse a este trabajo: “No encontraba trabajo en ninguna parte, por eso decidí vender frutas en mi carrito ambulante”, explica Agustina. 

Ella nos contó que su capital es de 300 Bolivianos, capital con lo el que diariamente compra naranjas, mandarinas, guineos, limones, papayas y manzanas en el mercado Abasto, para surtir su carrito y revender por las alejadas y polvorientas calles de la periferia de la ciudad.

Le consultamos si su negocio le da buenas ganancias; ella respondió: “No gano mucho, es muy poquito pero por lo menos me alcanza para dar de comer a mis dos hijos, Juanita y Miguel”. Luego de una pausa, continúa diciéndonos que el día que le va mejor, logra vender unos 30 bolivianos. «No es suficiente para cubrir todas las necesidades de mi hogar, pero por lo menos tengo algo para sobrevivir ese día, junto a mi familia».

Después de nuestra larga conversación, y entrando en confianza se atreve a revelarnos con hondo pesar que hay días que el dinero que lleva a casa es tan poco, que apenas le alcanza para dar a sus niños un «tesito con pan».

Terminada nuestra plática se alejó, dejando ver en sus pasos el cansancio por  su sacrificada tarea,  con la esperanza de tener mejor suerte y  que el día de mañana sea diferente a aquellos en los que parece ser que sus ruegos y plegarias fueron olvidados.